Hoy en día, las empresas necesitan modelos de gobernanza diferentes que tomen decisiones bajo principios éticos y valores consistentes e inquebrantables. Se trata de una gobernanza humanista, que huye de un modelo de empresa solitaria que orienta su propósito únicamente a ganar dinero, y la considera más bien como un organismo vivo que nace, crece, y se reproduce, generando un impacto social, económico, y medioambiental, cuyo desempeño va más allá de lo ordinario y lo convencional. Este modelo de gobernanza cuida los detalles, lidera desde la servidumbre, y dirige a través de la cultura y el comportamiento. Se trata de una gobernanza formada por personas que anteponen su integridad indestructible a la consecución de resultados ilegítimos por muy golosos que sean. Buenos gobiernos que van más allá de la norma escrita por imperativo legal, entendiendo que el comportamiento no se regula, sino que se educa, se recompensa, o se castiga.
Cualquier fundamento empresarial por muy consistente que sea debe ser cuestionado. No hay duda que una empresa tiene que obtener beneficios, a los que nos han educado al amparo de los principios tradicionales del management casi nos adoctrinan en esa premisa a priori incuestionable, pero también, hay muchas formas de ganar dinero... y no todas valen. En mi opinión, la ética no está reñida con el retorno, sino todo lo contrario, son dos componentes que deben coexistir y están condenados a entenderse, ya que sólo de esta forma garantizamos la perdurabilidad de nuestro propósito empresarial y la creación de un valor diferencial sostenible. Estos nuevos modelos de gobernanza incorporan el componente social y medioambiental en la misión de la empresa hasta llegar a transformarla, se trata de una gobernanza inconformista y altamente exigente que cumple con su cometido fortaleciendo unos principios y valores inquebrantables de los que emanan pautas de comportamiento que se extienden a todos los grupos de interés. No se trata de un lavado de cara, ni de tener un código ético en la página web con una bonita portada, más bien, se trata de impulsar y dirigir unos valores inmersos en la cultura corporativa, o, mejor dicho, en su forma de hacer las cosas.
Hay muchas maneras de gobernar una empresa, y no cabe duda que cada empresa es un mundo, pero el tipo de gobernanza que genera más valor es aquel que integra la responsabilidad social en todos los rincones de la organización de una forma transversal y transformacional. Este modelo directivo, incorpora el impacto social y medioambiental al cuadro de mando, dando una respuesta inmediata y contundente a las necesidades y expectativas sociales de sus grupos de interés. La creación de una utilidad social, que hace a nuestra empresa diferente y se lidera desde las altas esferas, no ralentiza ni mucho menos los resultados puramente empresariales, se trata de dirigir la empresa generando un valor diferencial que la catapulta a un posicionamiento competitivo extraordinario.
La excelencia empresarial no tiene ningún sentido si no incorpora el componente social a la toma de decisiones. Las empresas necesitan ser gobernadas desde lo humano y lo divino, haciendo que sus actuaciones transformen positivamente todo lo que les rodea. Hace tiempo escuché lo que para mí es la mejor definición de la responsabilidad social; -"es todo aquello que humaniza a la empresa", pues bien, esa humanización, comienza desde la gobernanza. Tengo un gran respeto por todas aquellas empresas que sobreviven en entornos altamente competitivos, empresas auténticas y resilientes que cumplen su misión en medio de las embestidas provocadas por un mercado cada vez más hostil y masificado, pero aquellas que lo hacen liderando principios y valores inquebrantables, realmente me apasionan. Estas empresas son diferentes, trabajan bajo culturas extraordinarias que contribuyen sustancialmente al desarrollo social y medioambiental de los ecosistemas en los que operan, y todo ello, desde el más puro convencimiento.
En mi opinión, creo sinceramente que una empresa que no cuida su comportamiento tiene más riesgo de entrar en barrena, ya que, entre otros, comete el error imperdonable de no dar importancia a un componente vital que forma parte inherente de su modelo de negocio, y no es otro que el componente humano de su gobernanza.