El presidente de Grupo de Entidades Sociales CECAP, Andrés Martínez Medina, escribe un nuevo artículo de opinión para ABC Toledo.
Hola, ¿cómo estás? Encantado de volverte a encontrar y poder compartir nuevamente contigo reflexiones que me rondan la cabeza. Espero que te encuentres bien, y que no hayas sufrido demasiado esta difícil situación que atravesamos.
No sé si pensarás como yo, pero creo que estamos haciendo un flaco favor a nuestros políticos, prestándoles tanta atención y otorgándoles un trato de “estrellas” mediáticas. Creo que estamos favoreciendo su “endiosamiento”, llegando a hacerles creer los nuevos influencers del siglo XXI. No me equivoco, cuando digo que nosotros somos los culpables. Hablamos de ellos en cada conversación, comentamos su estilismo, nos sorprendemos cuando les vemos, incluso más de uno estoy seguro que les pide un autógrafo o una foto. Esto, no ocurre en otros países, donde prima el anonimato y la discreción, como valores fundamentales en el servidor público.
A todos ellos, parece encantarles gozar de estos índices de popularidad, pensando en que, sin lugar a dudas, popularidad significa ineludiblemente subir puntuaciones en el barómetro CIS, que mide como sabes, la intención de voto. Parecen no haberse dado cuenta que, popularidad social y reconocimiento social, no tienen por qué ir de la mano, y que muchas veces gozar de una gran popularidad no es sinónimo de tener reconocimiento social, siendo esto último, lo que garantiza el voto final de cada uno de nosotros. En una frase, ser una persona popular, no te garantiza ser reconocido, ya que dicha popularidad quizás se alcanza por motivos que nada tienen que ver con los méritos, siendo finalmente “conocido” por todos y no “reconocido” por nadie.
Ahora me explico, porque nuestros políticos tienen ese afán de “politizarlo” todo. No sé si estás de acuerdo conmigo, cuando pienso que, en este país, todo parece estar teñido de ideologías y tendencias políticas. Este ejercicio de politizarlo todo, les otorga un papel protagonista en nuestra sociedad actual, siendo la mejor de las herramientas para estos nuevos influencers, llamados “políticos”, ya que les garantiza su cota de popularidad, su ratito en todas las conversaciones, su foto en cualquier acto, su palmadita en la espalda de aquellos que, se brindan a reconocer cualquier cosa por ser fiel a su ideología, sin pensar ni tan siquiera si esa persona que adulan, es merecedora de tal reconocimiento, más allá de su popularidad.
Esta politización, la vamos a ver muy claramente, este ocho de marzo, en el que se celebrará como sabes, el día de la mujer. Aún me cuesta entender, por qué un día que pone el valor el papel destacado de la mujer en nuestra sociedad, es entendido como un acto político propio de unos y no de otros. Se supone, que en una sociedad moderna como la nuestra, hay valores que van más allá de las ideologías y que, no deberían ser utilizados por las distintos partidos y fuerzas políticas, para avivar su popularidad, en una errónea búsqueda del reconocimiento. Seguramente, cediendo ese espacio de protagonismo, a las auténticas protagonistas de ese día, alcanzarían el ansiado reconocimiento, pero no les interesa. Sabes ¿por qué?, porque se han dado cuenta de que, lamentablemente en nuestro país, no se practica esto de la meritocracia. La persona no llega al éxito, gracias a sus méritos o al reconocimiento social. En la mayoría de los casos, es la popularidad la que te otorga este espacio privilegiado en nuestra sociedad.
Todos somos culpables de esto, y debemos corregirlo cuanto antes. No podemos valorar más, a aquel que más ruido hace, sin pensar tan siquiera en que ha contribuido para que nuestra sociedad sea más justa, innovadora, productiva y saludable. Estoy cansado de ver, como nuestros jóvenes tienen como modelo de éxito, a figuras de realities televisivos u otras figuras efímeras, sin conocer ni importarles quien fue, por ejemplo, Ramón y Cajal u otros ilustres personajes, que contribuyeron a construir el estado de bienestar que hoy gozamos.
Nuestros políticos, son el fiel reflejo de nuestra sociedad, el producto de lo que, entre todos, hemos fomentado y creado. Esperamos que retomen el camino hacía el reconocimiento. Yo no he perdido la esperanza, viendo que algunos de ellos y ellas, están trabajando de forma silenciosa en aquello que todos, y cada uno de nosotros, interpretamos como lo justo y correcto. Un claro ejemplo, son las políticas de inclusión social de colectivos vulnerables, o aquellas vinculadas a los objetivos de desarrollo social sostenible. Acciones que, a lo mejor no gozan de una gran popularidad y por la que quizás, no salgas en las primeras páginas de la prensa, pero que, sin lugar a dudas, garantizan el reconocimiento social.
El día en que, querido amigo o amiga, escuches “Mamá, quiero ser político”, habremos perdido la batalla, ya que nuestras generaciones, llamadas a liderar este país, buscarán la popularidad y la fama, en lugar de la vocación de servicio, el anonimato y la discreción para ejercer su difícil labor de servidor público. Menos mal, que al menos yo, todavía no la he escuchado, esto me hace pensar que aún no debemos perder la esperanza.